Duelos sin despedida
Cómo superar la muerte de un ser querido, sin poder despedirte
Debido a la dramática situación que estamos viviendo con el coronavirus, el mundo entero se ha llenado de personas que tienen que aprender a desprenderse y separarse de un ser querido sin haber podido despedirse de esa persona: ni durante la enfermedad, al no poder dar un abrazo a esa persona por no poder tener contacto físico, ni en el momento de la muerte, por no poder realizar un funeral, un velatorio ni ninguno de los rituales de despedida que se hacen cuando alguien fallece.
La situación es especialmente complicada porque, además, la persona que sufre la pérdida no puede estar acompañada ni arropada por sus seres queridos, y debe pasar este tremendo trance en soledad y prácticamente sin opciones de distracción al tener que permanecer en casa. Es sin duda, un ejercicio de extrema dificultad y una demostración de gran fortaleza. A pesar de ello, la persona debe intentar distraerse: puede ser con acciones cotidianas del día a día en casa, por ejemplo, limpiar, ordenar, ver la televisión, hacer crucigramas…Cualquier actividad que requiera tener la mente centrada en otra cosa.
Las fases de un duelo sano, son 5: la primera es la negación, donde la persona no puede creer que su ser querido haya fallecido. La segunda fase, es la etapa de la ira, donde aparecen sentimientos de rabia y enfado por la situación. Después, viene la etapa de la negociación, en la cual la persona fantasea con otro final, como por ejemplo, preguntarse qué hubiera pasado si hubiera hecho otra cosa o hubiera ido a otro lugar… En cuarto lugar, viene la etapa de la depresión, donde la persona conecta con una profunda tristeza y pena por la pérdida. Y, por último, la fase de la aceptación, en la cual, la persona acepta la pérdida y aprende a vivir con ello, incluso pudiendo recuperar la alegría o el disfrute por las cosas.
En la mayoría de los fallecimientos sin despedida, la etapa que se alarga y se vive de forma más intensa es la segunda: la de la ira. La persona siente mucha rabia, enfado, frustración, culpa e impotencia por no haber podido cuidar a su ser querido en los últimos momentos de su vida, y no haberse podido despedirse de esa persona.
Una forma de tratar de evitar o disminuir la culpa, es ser conscientes de que los vínculos afectivos y el cariño no se miden por lo vivido en los últimos días o meses de vida. Hay q que tratar de pensar en todos los momentos a lo largo de la vida en que sí has podido cuidar, ayudar y acompañar a esa persona, así como todas las situaciones en que has disfrutado y le has hecho disfrutar estando juntos.
Para ayudar a que el duelo no se convierta en patológico y pueda seguir un proceso normal, es bueno tener la certeza de que se le hará su ritual de despedida a la persona fallecida cuando todo esto pase: un funeral religioso, una reunión con familiares y amigos, un entierro, el esparcimiento de cenizas en el lugar deseado…la opción que los más allegados decidan. Habrá que tener claro que eso se hará, en el primer momento en que se pueda.
Es importante, durante el tiempo en el que no se puede hacer ningún ritual social, que podamos rendir “nuestro propio homenaje de despedida” a esa persona. Se trata de un ritual simbólico, a través del cual, podamos conectar emocionalmente con esa persona y recordarle. Se puede poner en casa un lugar con una foto de esa persona y unas flores, o rezar para encontrar consuelo… Si hay niños en la casa, ellos pueden participar también haciendo un dibujo… Esto puede ser una buena alternativa inicial, pero no debe alargarse en el tiempo, ya que el duelo tiene que ir avanzando y, por lo tanto, una vez hecha la despedida de forma simbólica, hay que dejar atrás este paso.
Cuando se está pasando por este duro proceso, hay que buscar el equilibrio entre estar solo para conectar con las emociones y asumir la situación, y dejarse acompañar por las personas más cercanas. Esta compañía ha de ser a través de medios telemáticos, lo cual hace que no haya contacto físico, pero, aún así, puede ayudar y reconfortar a la persona. Es bueno hablar de emociones y que la persona que está viviendo esta durísima situación, pueda expresar cómo se siente a las personas más cercanas. Es bueno también el hecho de llorar. La propia persona debe permitirse derramar lágrimas, y las personas a su alrededor no deben reprimir tampoco esta conducta.
Una buena manera de poder recordar a la persona que fallece, es hablar sobre ella con naturalidad y poder hacer (solo o con otras personas) las cosas que a esa persona le gustaba hacer; por ejemplo, oír una canción que le gustase escuchar o jugar a un juego con el que la persona fallecida disfrutase.
En algunos casos, cuando el duelo se alargue demasiado en el tiempo o el dolor inicial no vaya disminuyendo, puede ser necesaria la ayuda de un profesional para poder elaborar el duelo de la manera más adecuada. Es un proceso duro y doloroso, pero necesario para poder continuar con la vida (en un tiempo prudencial y con el menor sufrimiento posible).
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