Emociones ante la segunda ola del coronavirus
En la situación en la que estamos, y con la idea de un nuevo confinamiento rondando en la cabeza de todos, es normal que aparezcan emociones que nos pueden resultar desconcertantes e incluso desagradables.
Las emociones que seguramente estarán apareciendo y aparecerán con más frecuencia a lo largo de estas semanas, son algunas de las siguientes: (Es importante tener en cuenta que nadie va a experimentar todas ellas a la vez, y que irán apareciendo en momentos y situaciones puntuales, para ir dejando paso a otras):
- Tristeza: es probablemente una de las emociones que más se siente en estos días. Es entendible sentirnos tristes porque pensábamos que, tras la primera ola y la vuelta a la “normalidad” (niños en los colegios, la gente retomando las rutinas de volver presencialmente a sus puestos de trabajo…), lo peor había pasado y podríamos continuar con nuestras vidas únicamente con las medidas de mascarilla, higiene de manos y distancia social. Estamos comprobando que sólo con esto no basta y tendremos que poner más de nuestra parte para terminar con este virus de una vez por todas. Esto, genera tristeza y pena al pensar en todo lo que nos hemos perdido (vacaciones en verano, fiestas populares…), nos estamos perdiendo (paseos con amigos, comidas y cenas en bares o restaurantes…) y nos vamos a perder en el fututo y mientras dure esta situación (celebraciones navideñas en familia, cabalgata de los reyes magos, fiestas de año nuevo…). Sobrellevarlo será más fácil si confiamos en que más pronto que tarde podremos recuperar este tiempo perdido y hacer esas cosas que ahora no estamos pudiendo.
- Desesperanza: nos sentimos desesperanzados al no poder ver la luz al final del túnel. Vemos la lucha contra este virus como algo largo, y que, para ganarle la guerra, nos quedan todavía muchas batallas por el camino; un camino que será especialmente duro para muchas personas y familias. Debemos permitir este tipo de emociones, pero durante un tiempo limitado, tratando de conectar con emociones más positivas después de habernos desahogado.
- Añoranza: En muchos momentos, añoramos la vida que teníamos antes: esa vida en la que nos dábamos besos y abrazos con la gente, nos tocábamos unos a otros sin preocupación y podíamos compartir todo sin tener que lavarlo luego a conciencia. Es normal anhelar esa vida y desear que las cosas vuelvan a ser tan “fáciles” como eran antes. Tratemos de pensar en las cosas buenas que tenemos ahora y de las que sí podemos disfrutar.
- Miedo: No podemos olvidarnos de esta emoción, que fue la gran protagonista en la primera ola y que vuelve a aparecer con fuerza en esta segunda etapa. Es lógico sentir miedo al contagio (el nuestro y de los nuestros), pero no debemos dejar que nos paralice y nos impida vivir. Debemos ser responsables y cuidadosos, pero eso no significa paralizar nuestra vida por completo.
- Incertidumbre: El no tener claro qué está pasando y hasta cuándo durará, hace especialmente difícil sobrellevarlo. La incertidumbre genera falta de control, y es normal sentirse perdido cuando vivimos situaciones que escapan a nuestro conocimiento y nuestro alcance. Tenemos que intentar no estar todo el día pensando en lo mismo, ya que eso sólo hace que seamos más conscientes de esta falta de control, y hará que aumente la ansiedad y la sensación de angustia.
- Rabia: Es normal sentirnos enfadados en situación de pandemia. Este enfado puede ser dirigido hacia alguien (personas a las que podemos poner como responsables de esta situación, aquellos en los que depositamos esperanza y no han conseguido resolverlo, personas que han fallecido y nos han dejado a causa de esta terrible enfermedad, Dios u otros elementos divinos y sobrenaturales…) o puede ser un enfado inespecífico que general mal humor frecuente y otras reacciones desagradables. Debemos intentar que la rabia no se apodere de nosotros ya que sólo nos hará sentirnos peor y terminar sintiendo culpa por haber tenido reacciones inadecuadas con las personas que más cerca tenemos.
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Aprende cómo ser una persona resiliente en época de pandemia
El crecimiento en el número de contagios nos vuelve a situar casi en el mismo punto de partida que al comienzo de la pandemia, y esto supone un desgaste psicológico elevado para muchas personas. A pesar de volver a encontrarnos en una situación epidemiológica muy parecida a la de hace unos meses, el estado emocional actual de las personas no es el mismo, ya que debido a la repetición de los momentos tan duros que vivimos en aquel momento, ese estado de ánimo actual es más bajo. La sociedad está agotada psicológicamente debido a la larga e indefinida espera para poder recuperar la normalidad “real”. Al comienzo de la pandemia, las personas sentían miedo e incertidumbre ante la nueva y desconocida situación, y, ahora, a eso se le añade la tristeza, apatía, frustración, rabia, desesperanza… ante el aumento de contagios y las nuevas restricciones. Resulta muy difícil y frustrante aceptar que, después de todo el esfuerzo realizado y de haber podido ir recuperando progresivamente algunas rutinas y hábitos satisfactorios, lo estamos volviendo a perder.
Para poder aceptar esta nueva y difícil situación, debemos aprender a ser resilientes. La resiliencia es la capacidad que tenemos todos los seres humanos para superar sucesos vitales difíciles y adaptarnos positivamente a nuevas situaciones, e incluso salir transformados y fortalecidos de ellas.
Para aprender a ser una persona resiliente, debemos tener en cuenta las siguientes pautas:
- Aceptar: Cuanto antes aceptemos lo que está pasando, menos malestar sufriremos. La aceptación disminuye la rabia y el resentimiento. No aceptar lo que sucede, nos desgasta psicológicamente, nos lleva a dar vueltas a las mismas ideas constantemente, nos genera irritación con nosotros mismos y con los demás y nos hace ser menos eficientes.
- Actuar: Sin acción, no hay resiliencia. No sólo debemos aceptar el acontecimiento adverso, sino “hacer algo” con respecto a esa situación, para conseguir transformarla en algo positivo. Cada persona debe indagar en las oportunidades de cambio que esta situación tan especial le está ofreciendo.
- Regular la ansiedad: Esta situación excepcional exige tener cierto grado de ansiedad, por lo debemos aceptar que no va a desaparecer, pero sí podemos regularla y modularla para que nos afecte lo menos posible. Si la ansiedad llega a ser muy intensa y sentimos que todos nuestros recursos para afrontarla están agotados, deberemos plantearnos buscar ayuda profesional.
- Vivir en el aquí y en el ahora: Debemos vivir en el presente y dejar de quejarnos por lo que se hizo mal o no se hizo en el pasado y de preocuparnos por lo que pueda ocurrir en el futuro. El pasado ya no se puede cambiar y el futuro depende de cómo actuemos ahora, por lo que debemos centrarnos en el momento actual y tomar nuestras propias decisiones.
- Rebajar expectativas: Estamos impacientes por volver a nuestra vida anterior, y es posible que muchas personas se hayan hecho ilusiones acerca de la evolución de la pandemia al haber ido recuperando a lo largo de los últimos meses algunos hábitos y rutinas de esa vida anterior. Sin embargo, hay que tener en cuenta que “la nueva normalidad” es una situación impredecible e incontrolable, y es mejor no crearnos grandes expectativas, para evitar sufrir después frustración, al comprobar que lo que creíamos que sucedería, no se cumple.
- Recibir apoyo social: Debemos respetar el distanciamiento físico, pero no por ello debemos evitar socializarnos. El ser humano es un ser social y necesita relacionarse para sentirse pleno. Por este motivo, es necesario buscar la forma de mantener nuestras relaciones sociales, pero respetando las medidas de seguridad. Aunque sea de forma diferente (de forma virtual o presencialmente), podemos seguir teniendo buenos momentos con nuestra familia y amigos y recibir su apoyo cuando más lo necesitemos. Es necesario dejar de quejarnos por lo que hemos perdido y tratar de adaptarnos cuanto antes a la nueva situación.
- Aprender: Todas las crisis son una oportunidad para el aprendizaje. En esta pandemia, cada día nos enfrentamos a nuevos retos, obstáculos… de los que aprendemos y los cuales nos enriquecen de diferentes formas. Debemos tratar de pensar en qué áreas hemos podido avanzar y crecer.
Duelos sin despedida
Cómo superar la muerte de un ser querido, sin poder despedirte
Debido a la dramática situación que estamos viviendo con el coronavirus, el mundo entero se ha llenado de personas que tienen que aprender a desprenderse y separarse de un ser querido sin haber podido despedirse de esa persona: ni durante la enfermedad, al no poder dar un abrazo a esa persona por no poder tener contacto físico, ni en el momento de la muerte, por no poder realizar un funeral, un velatorio ni ninguno de los rituales de despedida que se hacen cuando alguien fallece.
La situación es especialmente complicada porque, además, la persona que sufre la pérdida no puede estar acompañada ni arropada por sus seres queridos, y debe pasar este tremendo trance en soledad y prácticamente sin opciones de distracción al tener que permanecer en casa. Es sin duda, un ejercicio de extrema dificultad y una demostración de gran fortaleza. A pesar de ello, la persona debe intentar distraerse: puede ser con acciones cotidianas del día a día en casa, por ejemplo, limpiar, ordenar, ver la televisión, hacer crucigramas…Cualquier actividad que requiera tener la mente centrada en otra cosa.
Las fases de un duelo sano, son 5: la primera es la negación, donde la persona no puede creer que su ser querido haya fallecido. La segunda fase, es la etapa de la ira, donde aparecen sentimientos de rabia y enfado por la situación. Después, viene la etapa de la negociación, en la cual la persona fantasea con otro final, como por ejemplo, preguntarse qué hubiera pasado si hubiera hecho otra cosa o hubiera ido a otro lugar… En cuarto lugar, viene la etapa de la depresión, donde la persona conecta con una profunda tristeza y pena por la pérdida. Y, por último, la fase de la aceptación, en la cual, la persona acepta la pérdida y aprende a vivir con ello, incluso pudiendo recuperar la alegría o el disfrute por las cosas.
En la mayoría de los fallecimientos sin despedida, la etapa que se alarga y se vive de forma más intensa es la segunda: la de la ira. La persona siente mucha rabia, enfado, frustración, culpa e impotencia por no haber podido cuidar a su ser querido en los últimos momentos de su vida, y no haberse podido despedirse de esa persona.
Una forma de tratar de evitar o disminuir la culpa, es ser conscientes de que los vínculos afectivos y el cariño no se miden por lo vivido en los últimos días o meses de vida. Hay q que tratar de pensar en todos los momentos a lo largo de la vida en que sí has podido cuidar, ayudar y acompañar a esa persona, así como todas las situaciones en que has disfrutado y le has hecho disfrutar estando juntos.
Para ayudar a que el duelo no se convierta en patológico y pueda seguir un proceso normal, es bueno tener la certeza de que se le hará su ritual de despedida a la persona fallecida cuando todo esto pase: un funeral religioso, una reunión con familiares y amigos, un entierro, el esparcimiento de cenizas en el lugar deseado…la opción que los más allegados decidan. Habrá que tener claro que eso se hará, en el primer momento en que se pueda.
Es importante, durante el tiempo en el que no se puede hacer ningún ritual social, que podamos rendir “nuestro propio homenaje de despedida” a esa persona. Se trata de un ritual simbólico, a través del cual, podamos conectar emocionalmente con esa persona y recordarle. Se puede poner en casa un lugar con una foto de esa persona y unas flores, o rezar para encontrar consuelo… Si hay niños en la casa, ellos pueden participar también haciendo un dibujo… Esto puede ser una buena alternativa inicial, pero no debe alargarse en el tiempo, ya que el duelo tiene que ir avanzando y, por lo tanto, una vez hecha la despedida de forma simbólica, hay que dejar atrás este paso.
Cuando se está pasando por este duro proceso, hay que buscar el equilibrio entre estar solo para conectar con las emociones y asumir la situación, y dejarse acompañar por las personas más cercanas. Esta compañía ha de ser a través de medios telemáticos, lo cual hace que no haya contacto físico, pero, aún así, puede ayudar y reconfortar a la persona. Es bueno hablar de emociones y que la persona que está viviendo esta durísima situación, pueda expresar cómo se siente a las personas más cercanas. Es bueno también el hecho de llorar. La propia persona debe permitirse derramar lágrimas, y las personas a su alrededor no deben reprimir tampoco esta conducta.
Una buena manera de poder recordar a la persona que fallece, es hablar sobre ella con naturalidad y poder hacer (solo o con otras personas) las cosas que a esa persona le gustaba hacer; por ejemplo, oír una canción que le gustase escuchar o jugar a un juego con el que la persona fallecida disfrutase.
En algunos casos, cuando el duelo se alargue demasiado en el tiempo o el dolor inicial no vaya disminuyendo, puede ser necesaria la ayuda de un profesional para poder elaborar el duelo de la manera más adecuada. Es un proceso duro y doloroso, pero necesario para poder continuar con la vida (en un tiempo prudencial y con el menor sufrimiento posible).
Leer MásAnsiedad, tristeza, soledad. ¿Es normal sentirme ASÍ durante el confinamiento?
Ansiedad, tristeza, soledad… ¿Es normal sentirme así ante el COVID-19 ?
Si habéis realizado el ejercicio del diario emocional planteado en el artículo “Gestiona tus emociones durante el confinamiento” seguramente, habréis identificado emociones como: miedo, la tristeza, preocupación, incertidumbre, ansiedad, enfado, impotencia o impaciencia. A primera vista, son emociones que vemos como “negativas” y no queremos sentir; sin embargo, tenemos que ser conscientes de que, tal y como hemos explicado en artículos anteriores, todas las emociones son sanas y por eso, debemos permitirnos sentir. Sólo cuando la emoción sobrepasa unos niveles de intensidad, perdura demasiado en el tiempo o no responde a un motivo real y objetivo, se convierte en una emoción no adaptativa que nos bloquea en la acción y esto, significa que no estamos haciendo un buen manejo de ella, y plantearnos la posibilidad de iniciar una psicoterapia.
Estas son las emociones que podemos sentir en estos momentos:
- Motivación/ Satisfacción: son emociones que, posiblemente, algunas personas han sentido al inicio del confinamiento y puede, que algunos, la sigan sintiendo. Todos queremos ayudar a que esta pandemia acabe lo antes posible y poder cumplir con las medidas planteadas de no salir de casa para cuidar de la sociedad en general, puede generar motivación y satisfacción. Sin embargo, a medida que pasan las semanas, es normal que estas emociones vaya disminuyendo y dejen paso a otras emociones.
- Tristeza: Es una emoción normal ante la pérdida. En estos momentos, la mayoría de las personas sienten que han perdido su vida, ya que no pueden hacer lo que siempre han hecho, ni ver a los amigos, familia, ir a trabajar… En estos casos, es un sentimiento de pérdida temporal y aunque sea difícil de gestionar, dentro de poco, y aunque sea progresivamente, estas personas volverán a recuperar su vida. Sin embargo, hay personas que, debido al virus COVID-19, han perdido seres queridos. En estos casos, estas personas vivirán un proceso emocional mucho más largo, difícil en el que tendrán que elaborar un duelo. En estos casos, la tristeza nos informa de la pérdida, y tenemos que permitirnos sentirla por muy desagradable que sea, para poder avanzar adecuadamente en el duelo.
- Ansiedad: Es una emoción normal ante la anticipación de una amenaza o peligro, por eso, en estos momentos en los que sentimos que nos enfrentamos a algo desconocido, que no sabemos lo que nos va a suponer ni cuando va a terminar, sentir ansiedad, es normal. El exceso de información, la incertidumbre, la inseguridad, las medidas de confinamiento, acostumbrarse a unas nuevas rutinas, la convivencia, el miedo al contagio nuestro o de nuestros seres queridos… en estos momentos hay miles de pensamientos con los que conectamos y nos pueden generar ansiedad. Para que la ansiedad no nos domine y nos provoque un sufrimiento desproporcionado, debemos intentar no caer en los pensamientos catastrofistas (vernos en el peor escenario posible). Es necesario aprender a controlar nuestros pensamientos negativos y no permitir que se instalen en nuestro interior.
- Frustración: Es una emoción que sentimos cuando no podemos hacer u obtener lo que queremos. Es normal sentirnos frustrados, cuando conectamos con la sensación de pérdida de la libertad. No podemos hacer lo que queremos, ni estar con quien queremos, no podemos iniciar o seguir con proyectos que teníamos, se podemos irnos de vacaciones, no podemos salir a pasear a hacer deporte… y no poder hacer algo que queremos, nos genera frustración.
- Soledad: Es una emoción normal en estos momentos. Por un lado, aquellas personas que se contagian del coronavirus, tienen que aislarse durante semanas para evitar el contagio al resto. Este aislamiento, bien sea en el propio domicilio familiar o bien, en el hospital, es difícil y largo. Además, al estar enfermo, estas personas se sienten mucho más vulnerables y conectan mucho más, con el miedo y la incertidumbre. Por otro lado, las personas que viven solas también sienten la soledad de una forma mucho más intensa en estos momentos, sobretodo las personas mayores, que están escuchando continuamente que son población de riesgo ante el coronavirus y esto les hace sentirse mucho más frágiles.
- Ira: Es una emoción que nos informa de situaciones injustas, amenazantes y frustrantes. Es normal sentirnos enfadados, rabiosos… ante esta situación. Es posible que nos enfade algunas de las consecuencias que esta pandemia esta generando. Sin embargo, tenemos que ser capaces de identificar la ira, expresarla de una forma sana. Cuando la ira se manifiesta de manera descontrolada, nos aleja de nuestro objetivo y se convierte en destructiva.
- Ambivalencia: Es normal sentir emociones muy diferentes entre sí. Podemos sentir alivio al quedarnos en casa, porque de esta manera, nos estamos protegiendo al evitar el contagio; pero por otro lado, esa misma situación, nos puede generar, fastidio y frustración. Podemos sentir ilusión y motivación al podernos quedar con nuestros hijos en casa y poder dedicarles ese tiempo que nunca tenemos, pero a la vez, podemos sentirnos desbordados y cansados de estar con ellos. Todas estas emociones son normales y no las tenemos que juzgar.
- Desorganización: Es una emoción normal al perder la sensación de control. Nuestro orden, nuestra organización y nuestra rutina, ha desaparecido al tener que quedarnos en casa y es normal, que al principio, hasta que podamos crear una nueva organización adaptada a la nueva situación, tengamos esa sensación de caos.
- Aburrimiento: Es una sensación normal que vamos a tener estos días. Por muchas actividades que busquemos, no vamos a evitar sentir aburrimiento en algún momento y es normal. Tenemos que intentar que el aburrimiento no nos invada y para ello, tenemos que buscar nuevas actividades o tareas que nos entretengan.
- Culpa: Es posible que algunas personas se sientan culpables al contagiarse de coronavirus al creer que no han tomado las medidas necesarias para evitar el contagio. Se comenta tanto entre amigos, familiares, sobre las pautas o precauciones de salud que hay que seguir, que podemos sentir una presión social que nos afecte negativamente. Hay que tener en cuenta que todos somos vulnerables y que hay cosas que no se pueden controlar.
- Estado de alerta: Esta pandemia está generando un estado de alerta, de tensión, que es visible cuando estamos en la calle. Las personas salimos a la calle en tensión, una tensión que aumenta cuando nos cruzamos con alguien que pasa demasiado cerca nuestro. Es normal sentirnos así durante el tiempo que dure el confinamiento y algún tiempo después. Al de unos meses, sin embargo, se volverá progresivamente a la forma de relacionarnos de siempre.
Los sanitarios al frente del COVID-19
”Héroes sin capa que llaman a la puerta del virus”
Todos sabemos que una medida esencial para evitar que el virus COVID-19 se siga propagando y contagiando a más gente, es quedarnos en nuestras casas. Sin embargo, hay personas, que debido a que su labor es esencial, siguen acudiendo a sus puestos de trabajo. A todos ellos, les agradecemos el trabajo que están haciendo y somos totalmente conscientes del mayor riesgo de contagio al que se exponen, al no poder quedarse en sus casas. A todos ellos: ¡MUCHAS GRACIAS!
En este artículo, nos centraremos en los profesionales sanitarios, por ser aquellas personas que, un día tras otro, salen de sus casas y saben que, una vez más, tienen que llamar a “la puerta del virus”, a esa puerta que tras cruzarla, se enfrentan cara a cara a él.
Se oye mucho estos días denominar a éstos profesionales como “héroes sin capa”, un nombre que define muy bien la labor que realizan, pero no sólo ahora, la realizan siempre. Son personas que ponen su vida en peligro, para salvar las nuestras. Personas que arriesgan su vida y las de sus familias, a pesar de que, éstos días, no tienen “las armas” necesarias para pelear.
Pero realmente éstos profesionales sanitarios son seres humanos y como tal, también tienen miedo, incertidumbre, ansiedad… y también se sienten vulnerables y desprotegidos. ¿os imagináis que debido a vuestra profesión, de repente un día, os vierais obligados a trabajar mano a mano junto a una gran amenaza que en cualquier momento os pudiera acechar? ¿Y os imagináis que, no pudierais parar de trabajar, a pesar de saber que no disponéis del equipo de protección necesario para garantizar vuestra seguridad? Pues ésta es la situación en la que se encuentran muchos de éstos profesionales. Poneros en su lugar por un momento y sentir cómo se pueden encontrar.
Por ellos, y por todas esas personas afectadas por el coronavirus, HAY QUE QUEDARSE EN CASA.
El personal sanitario realiza largas jornadas sometidos a una gran carga de estrés, ansiedad y desgaste emocional, que muy posiblemente, les pase factura a nivel psicológico. Son profesionales que han sido “entrenados” para enfrentarse a la muerte y que seguramente, han desarrollado sus “mecanismos de defensa” para protegerse y poder desconectar al llegar a casa. Sin embargo, la situación actual es diferente, porque sufren un estrés emocional sostenido en el tiempo que les está desbordando. Se enfrentan a muchas emociones difíciles de gestionar como la frustración y la impotencia, ante el número incuantificable de muertes que el coronavirus está causando estos días y al ver cómo algunos pacientes mueren sin poder ayudarles ni poder darles una muerte digna.
Si esta situación de estrés se prolonga en el tiempo, puede aumentar el riesgo de depresión y otros procesos que afectarían a su salud psíquica. Lo más recomendable en estas situaciones es, iniciar un proceso psicoterapéutico temprano con el fin de evitar que los síntomas evolucionen hacia problemas psicopatológicos posteriores. Cuanto antes se entrenen en la gestión emocional (manejo del estrés, ansiedad, miedo, incertidumbre, culpa…), en la relajación, en el autocuidado… más posibilidades tendrán de mantenerse emocionalmente estables.
Existen ciertas pautas que pueden seguir los sanitarios para reducir el nivel de estrés y angustia de éstos días:
- Despejar la mente: realiza alguna actividad, hobbye… al llegar a casa que ayude a desconectar del “virus”: ver películas, series, cocinar, actividad física, manualidades, pasatiempo… Evita hablar del tema en casa, evita ver programas enfocados a este tema…
- Apoyo de la familia/amigos: dedica tiempo a los tuyos, te ayudarán a desconectar y te darán afecto y cariño. Utiliza, también, las nuevas tecnologías para contactar con aquellos con los que no puedes estar, que debido a las medidas de confinamiento.
- Come y duerme bien. Cuídate mucho. Como hemos señalado antes, los seres humanos no somos héroes ni heroínas, por lo que no podemos mantenernos sanos, sin descansar y sin alimentarnos bien.
- Asume tus límites y pide ayuda: Tienes un tope, como todos, y tienes que ser consiente de él y aceptarlo, sin sentirte culpable. Pide ayuda a los tuyos para desahogarte, para que te escuchen… y si aún así, sigues encontrándote mal, no esperes a pedir ayuda al especialista.
- Apoyo entre compañeros: habla con tus compañeros, están pasando por la misma situación, tienen los mismo sentimientos… daros apoyo mutuo.
- Pon en práctica las técnicas de manejo del estrés que conoces: ejercicios de respiración, ejercicios de relajación, meditación… Si no conoces aún técnicas de este tipo, puedes buscar audios de este tipo y practicar.
- Gestión emocional: Es muy probable que aparezcan muchas variaciones en tu estado emocional. Es normal, intenta identificar cómo te sientes, poner palabras para definir cada emoción y así, dejar que fluyan. No te lo guardes, a la larga será peor.
Miedo a salir a la calle, el sindrome de la cabaña
¿Te da miedo salir de casa? Es posible que tengas “El Síndrome de la Cabaña”
La crisis del coronavirus, nos ha obligado a estar confinados en nuestras casas durante semanas. Durante este tiempo ha habido algunas personas que, por diferentes motivos, han salido a realizar alguna compra, o han tenido que acudir a sus puestos de trabajo.
Sin embargo, ha habido otras muchas que no han salido de casa ni un solo día desde que se decretó el estado de alarma y han permanecido confinadas de forma totalmente rigurosa desde el principio.
Ya han pasado unos días del comienzo del desconfinamiento y no todas las personas están reaccionando igual. Algunos han esperado con ansias e ilusión la posibilidad de volver a la calle y han podido disfrutar de una experiencia totalmente agradable. Pero otros, están viviendo el desconfinamiento con una gran angustia, miedo y conductas evitativas.
Las personas que viven con angustia esta nueva etapa, pueden pensar que es todavía pronto para dar este paso de salir de su “zona de confort” y creen que deben permanecer más tiempo en sus casas donde se sienten seguros. Seguramente, utilizarán una seria de argumentos para convencerse a sí mismos y a los demás, de que permanecer en casa aún, es lo más acertado. Y esto será muy difícil de confrontar porque realmente, el coronavirus no ha desaparecido y el riesgo de contagio continúa existiendo.
El “Síndrome de la Cabaña” es un fenómeno psicológico que se caracteriza por el miedo a salir después de estar semanas privados de libertad.
Este síndrome no es un trastorno psicológico. Es un conjunto de sensaciones que surgen debido a que nuestro cerebro, al pasar tantas semanas confinados, se habitúa a esa seguridad que nuestro hogar nos da.
Es un efecto que durante años se ha detectado en personas privadas de su libertad (en hospitales, cárceles o incluso en personas secuestradas), en el momento de volver a la situación previa antes del confinamiento, después de pasar tiempo en reclusión forzosa.
Las personas que padecen este síndrome manifiestan tristeza, temor, angustia, letargia, frustración, déficit de atención, fallos de memoria, falta de motivación… pero la característica más distintiva es el miedo a salir al exterior y los pensamientos negativos y catastrofistas que tienen respecto a ello.
Es importante que las personas que se sientan así, puedan elegir el momento en el que quieran salir de casa, sin presiones. Se tienen que comprender a sí mismos y no juzgarse por lo que están sintiendo ya que es totalmente normal, y pasará. Deben proponerse salir de casa de forma progresiva, y no plantearse grandes retos que no podrán cumplir (el primer día es preferible que salgan un ratito y cerca de casa). También deben evitar alimentar todos los pensamientos negativos y exagerados que seguramente tienen acerca de las salidas.
En algunos casos, es posible que los síntomas no desaparezcan o vayan a más, desarrollando trastornos de ansiedad como por ejemplo, los ataques de ansiedad o las fobias. Si es así, es necesario que la persona se ponga en contacto con un profesional de la Psicología para poder atender sus necesidades terapéuticas de una forma individualizada.
Leer MásEl desconfinamiento de los niños
¿Cómo preparamos a los niños para salir de casa?
La salida de los niños de sus casas, ha sido algo deseado y necesario para su salud, estas últimas semanas y por fin, a partir del próximo 26 de abril, los niñ@s de hasta 14 años, podrán hacerlo.
El mundo que se van a encontrar al volver a la calle, va a ser muy diferente al que dejaron hace unas semanas. Los más mayores lo sospechan, porque lo ven en la tele o escuchan comentarlo a sus padres, pero los más pequeños no serán tan conscientes, hasta que sus padres les vayan guiando en la nueva forma de estar fuera de casa. Por ahora, sólo podrán salir, durante un periodo corto de tiempo, acompañados de uno de sus progenitores o un cuidador. Esto será difícil de entender para ellos, porque están deseando ir al parque, quedar con sus amigos, ir al monte o a la playa, tener libertad para jugar, explorar… Por lo que los padres, tienen que estar preparados para dialogar con ellos pacientemente y, explicarles todas las nuevas limitaciones. Será normal que algunos niños se frustren ante estas indicaciones, y los padres tendrán que ser empáticos y permitirles que expresen su frustración.
No todos los niños reaccionarán igual ante esta noticia, habrá niños que estén deseando salir y muestren alegría y ganas, pero habrá otros niños, que percibirán la salida como una amenaza y sentirán miedo e inseguridad por lo que, preferirán quedarse en sus casas. La actuación de los padres con cada niño tiene que adaptarse a su personalidad. Todos los niños deben ser conscientes de cómo será ese momento, pero habrá niños, que por su forma de ser, deberán recibir por parte de sus padres más medidas de contención y, otros, que necesitarán recibir mayor seguridad y no alarmarles más.
A todos los niños, hay que explicarles que la amenaza del virus sigue existiendo y que, hay que cumplir una serie de medidas de protección para no contagiarnos. Debemos decirles que, es necesario una medida de distanciamiento con la gente con la que nos encontremos en la calle, bien sea familia o amigos, de un metro y medio o dos de distancia. Para ello, debemos enseñarles cuánto es exactamente esa distancia. Esto, lo podemos hacer de forma divertida en nuestras casas, antes de dar el paso de salir a la calle. Por ejemplo, podemos jugar a ponernos a esa distancia entre nosotros y que alguien nos la mida, para descubrir si lo hemos calculado bien o no. Otra idea, es que puedan poner algunos de sus juguetes separados por esa distancia y comprobarlo después, con un medidor. Es una forma de entretenerse y a su vez, aprender lo que es un metro y medio o dos metros.
También debemos explicarles que no deben tocar nada desde que salen de casa. Tienen que entender que no todo lo que está en la calle está infectado, pero que por prudencia, tienen que evitar tocar las cosas (manilla de puerta, paredes, papeleras, suelo…). Tenemos que explicarles que si tocan algo que está infectado y después, se llevan la mano a la cara, tendrán más posibilidades de contagiarse. Cómo hemos mencionado anteriormente, es importante exlicarles esto con calma, sin alarmarles y que no perciban en nosotros miedo e inseguridad. Podemos tranquilizarles diciéndoles que van a la calle, que es un espacio abierto y hay menos posibilidades de contagio que en espacios cerrados, porque podemos mantener entre las personas una una medidad de distanciamiento mayor.
El uso de las mascarillas en los niños es recomendable, pero el éxito de su correcta utilización, dependerá de la edad. Un niño pequeño, de dos o tres años, es prácticamente imposible que pueda estar más de 5 minutos con una mascarilla cubriendo su boca, por lo que tenemos que ser flexibles en esto y no intentar controlar lo incontrolable. Esto no quiere decir que no lo intentemos (porque habrá niños que sí la mantengan), pero sin frustrarnos y frustrarles. Para que los niños entiendan para que sirve una mascarilla, podemos hacer un experimento con ellos. Podemos demostrarles, cómo una mascarilla evita que nuestros estornudos, tos o las gotitas de saliva, salgan disparadas hacia otra persona y podamos contagiar. Para ello, podemos utilizar una mascarilla, un papel de cocina y un desodorante de spray. Primero, les pediremos que echen el spray en el papel de cocina y ver qué es lo que ocurre (verán que traspasa al otro lado) y a continuación, les pediremos que echen el spray por dentro de la mascarilla para comprobar que hace de barrera. También podemos hacer una funda de mascarilla personalizada con ellos con la tela de alguna camiseta que se les haya quedado pequeña, de tal forma que, al ser algo que han elaborado ellos, les motive más llevarla. Y si quieren, también pueden hacer otras mascarillas a uno de sus muñecos preferidos, para ayudarles a normalizar su uso en esta “nueva normalidad”.
También es necesario que los niños cumplan, escrupulosamente, las medidas de higiene y los padres deben explicar a sus hijos que es obligatorio que se laven las manos adecuadamente durante un minuto, antes y después de salir de casa. Al igual que con el lavado de los dientes, podemos usar también un temporizador para el lavado de las manos (es recomendable estar durante un minuto). Y para que los niños interioricen un lavado de manos correcto, a la vez que se lavan, podemos pedirles que vayan verbalizando cada paso (mojar con agua, echar jabón, frotar las palmas de las manos, frotar dedos y pulgares, frotar uñas en las palmas de la mano, frotar parte posterior de cada mano, enjuagar con agua y secar con toalla o papel). Y para que entiendan bien la necesidad de un buen lavado de manos para evitar el contagio, podemos hacer uno de los experimentos que más se ha difundido por Internet desde el comienzo de la pandemia. Consiste en mostrar cómo se disuelve la suciedad cuando tienes jabón en un dedo.
Para que los niños no se hagan expectativas erróneas con respecto a sus salidas, sería aconsejable explicarles, antes de salir, lo que vamos a hacer en la calle cada día. Y, también es importante reforzarles su buen comportamiento al llegar a casa. Los niños, al ser reconocidos en sus esfuerzos y ser reforzados por sus padres, se sentirán bien y querrán repetir esa conducta.
En el caso de los niños que ven el exterior como amenazador, debemos ayudarles a manejar adecuadamente el miedo y que éste, no domine sus actos ni les limite o se convierta en fobia. Para ello, hay que hablar con ellos y transmitirles que les entendemos. Debemos tranquilizarles y explicarles que aunque el virus sigue presente, está mucho más controlado y que, cumpliendo las medidas de higiene y de seguridad, seguramente, no vayan a tener ningún problema. Que en la vida, hay muchas situaciones que no controlamos, como en este caso, y que aprendemos a vivir con ellas y que ésta, es una más. Tienen que entender que es necesario volver a salir a la calle para su bienestar físico y emocional. Sobretodo con estos niños, es necesario que los padres no transmitan inseguridad, repitiéndoles constantemente que tengan cuidado. En muchos casos, éstos niños perciben esa inseguridad en sus padres y sienten más miedo.
Leer MásEfectos del confinamiento en los niños
Estado emocional de los niños confinados
“Todas las personas mayores fueron al principio niños (aunque pocas de ellas lo recuerden).
Antonie de Saint-Exupéry
Los niñ@s, debido a las medidas de confinamiento para conseguir derrotar el COVID19, llevan ya más de un mes en casa encerrados, sin salir ni un solo minuto al día a la calle, sin sentir el sol, ni el aire fresco, sin contacto con la naturaleza… Permanecer en casa, en estos momentos es necesario y ellos, los pequeñ@s reyes y reinas de nuestras casas, lo han entendido y lo están cumpliendo a rajatabla.
Sin embargo, llevar tanto tiempo sin salir de casa puede tener ciertas repercusiones en los más pequeños. No todas las circunstancias del confinamiento son iguales, ni la personalidad de los niños es la misma, ni las condiciones familiares… por lo que, no a todos les influirá de la misma manera. Aún así, todos ellos, están percibiendo un cambio en sus vidas y se han visto obligados a dejar de hacer actividades que antes hacían con normalidad, y esto, puede tener una serie de repercusiones en distintas áreas.
A nivel emocional, los niñ@s necesitan moverse, correr, saltar, socializar, explorar, aprender, estar en contacto con la naturaleza… para poder desarrollarse adecuadamente y aunque, en cierta medida, en casa lo intentan hacer, no es lo mismo. Muchas familias ya están comenzando a notar cambios en sus hijos. Muchos, están manifestando sentimientos de tristeza, irritabilidad, desobediencia, rebeldía, nerviosismo, dependencia, inquietud… Y es posible, que debido al cambio que están viviendo, algunos niños también muestren conductas regresivas, es decir, una especie de marcha atrás respecto a etapas del desarrollo que ya habían superado (hablar como un bebé, pedir biberón, utilizar de nuevo el chupete, mostrarse muy dependiente de sus padres…).
También pueden manifestar alteraciones en el ciclo del sueño, teniendo dificultades para poder conciliarlo o pueden tener muchos despertares, con pesadillas. En la alimentación, también pueden darse alteraciones, de manera que los niños puedan comer más y con mayor ansia o, por el contrario, puede que hayan perdido el apetito.
Los padres pueden ayudar a sus hijos a sentirse mejor. Deben tener empatía, saber interpretar correctamente sus reacciones, ser pacientes con ellos, y ayudarles a expresar lo que sienten de una manera adecuada. Los niños no tienen la misma madurez que los adultos para regular sus emociones y muchas veces, sus reacciones no responden a cómo se sienten en realidad. Por ejemplo, es posible que un niño reaccione con enfado, no sólo cuando están enfadado, sino también cuando están triste, nervioso, preocupado, asustado… debido a que no sabe reaccionar de otra manera aún. Por esto, es necesario que los padres, ante las reacciones de sus hijos, sean éstas las que sean, antes de regañarles, se aseguren de averiguar lo que realmente están queriendo expresar.
Una vez identificadas las emociones con ellos, es importante transmitirles que, entendemos que se sientan así, que es normal, y que nosotros, a veces, también nos sentimos igual. Esto, les ayudará a normalizar lo que sienten y les animará a compartir con nosotros sus emociones en otras ocasiones.
Un bonito ejercicio que se puede hacer con ellos a diario, es mediante una hoja de “caritas” con expresiones emocionales diferentes como la que aparece arriba, señalar la cara de la expresión emocional que concuerde con el estado de cada miembro de la familia. Contar cuentos, también es una buena herramienta para ayudar a gestionar las emociones de los más pequeños. A través de sus historias, los niños se identifican con los personajes y aprenden a resolver problemas o a entender estados emocionales. Dibujar, también es una herramienta que ayuda a los niños a expresar lo que sienten, así como moldear plastilina o arcilla. Y el baile, a través del movimiento del cuerpo, también es un buen recurso, para que los niños puedan descargarse emocionalmente.
Cada día que pasa, falta menos para que los niños puedan salir a la calle, pero tenemos que tener en cuenta que ellos, al igual que nosotros, no van a salir con la “normalidad” de antes. Aunque estén deseando salir, es normal, que muchos de ellos, cuando salgan a la calle, vayan con miedo y en un estado de alerta. De repente, van a percibir que las cosas en la calle han cambiado, la gente va con mascarilla, no se puede ir a los parques, las personas no se hablan, no pueden jugar con sus amigos… todo es diferente. Será necesario el paso de los días, para que todos, incluidos los niños, nos vayamos acostumbrando a esa “nueva normalidad”.
Leer MásClaves para reducir la ansiedad durante la cuarentena
Pautas para reducir la ansiedad durante el confinamiento
El confinamiento está siendo duro para todos; sentimos muchas emociones, y podemos no estar familiarizados con algunas de ellas. Este puede ser el caso de la ansiedad. Es normal sentir ansiedad en el confinamiento, puesto que es una situación completamente desconocida para nosotros, pero lo que hay que valorar es que esa ansiedad no sea excesiva y que nos permita disfrutar de ratos de tranquilidad, sin enturbiar nuestra vida (tanto a nivel familiar, laboral y personal).
Para tratar de combatir la ansiedad, es bueno tener una rutina, y que ésta sea lo más parecida a la que teníamos antes del confinamiento. Dicha rutina, debe incluir horarios para acostarse, levantarse, desayunar, comer, cenar, trabajar… El hecho de tener el día a día estructurado y organizado, hará que aumente la sensación de control, lo que nos llevará a reducir la incertidumbre y nos aportará tranquilidad.
Un punto importante para reducir esta ansiedad, es mantener el pensamiento positivo. El hecho de repetirnos a nosotros mismos que estamos haciendo todo lo que podemos (siguiendo las medidas indicadas de higiene y seguridad), es una buena forma para mantener a raya este tipo de emociones. Cuando aparezcan pensamientos catastrofistas (a veces, incluso nos los provocamos nosotros al pensar en negativo), el repetirnos frases positivas, hará que los pensamientos negativos reduzcan su intensidad, hasta desaparecer.
Es bueno poder hablar con nuestros familiares sobre lo que sentimos, porque expresar las emociones ayuda también a reducir la ansiedad. Esto lo podemos hacer, tanto con las personas con las que convivimos, como con otras personas, con las que mantenemos contacto a través de medios telemáticos (lo cual favorecerá también a mantener los vínculos afectivos con las personas importantes de nuestro entorno).
Será bueno, en la medida de lo posible, tratar de hacer ejercicio en casa: se pueden ver en internet vídeos que nos sirven como guía para hacer gimnasia dentro de casa. De esa forma, estiraremos el cuerpo y, esto ayuda también a canalizar y reducir la ansiedad. Esto es especialmente importante, para las personas que antes del confinamiento, hacían gimnasia frecuentemente.
Durante el confinamiento, debemos evitar el perfeccionismo, ya que esta obligación, hará que nuestra ansiedad se dispare. Debemos asumir que no somos perfectos. No nos debemos sobre-exigir en ningún área de nuestra vida: ni en tener la casa impecable a pesar de estar muchas horas en casa, ni en el cuidado de personas dependientes a nuestro cargo, ni en el trabajo, ya que disponemos de menos medios al ser teletrabajo… Vale con poner la mejor disposición y todo el esfuerzo que podamos.
Leer MásCuidados del cuidador durante el confinamiento
CUIDADOS DEL CUIDADOR DURANTE EL CONFINAMIENTO
Muchas personas, durante la etapa que dura el confinamiento, están teniendo que cuidar a familiares dependientes (niños, mayores, discapacitados…) en casa. En ocasiones, son los cuidadores habituales de estas personas, pero, en otras ocasiones, no suelen hacerlo en el día a día. En cualquiera de los casos, es una labor tan dura como fundamental en estos momentos.
El cuidador debe aprender a cuidar de sí mismo para poder cuidar de otra persona. Si esto no sucede, el cuidador se quemará y desgastará hasta llegar a un punto en que sufre mucho y, además, no resulta eficaz en los cuidados que trata de prestar. El hecho de que el cuidador tenga una buena salud, tanto física como mental, favorecerá que la persona cuidada esté mejor.
La persona al cargo de otras personas que le necesitan, no siempre dispone del tiempo que le gustaría para dedicar a sus propios asuntos. Es importante que la persona que ejerce el papel de cuidador, busque momentos cada día para sí mismo. Tiene que poder disponer de tiempo para hablar con su gente cercana de forma telemática, así como para realizar actividades placenteras y que le distraigan.
Los cuidadores tienen que poder pasar también ratos a solas. Tener soledad y tiempo para pensar y para desconectar de preocupaciones y problemas, es necesario. Deben poder conectar con ellos mismos y sus emociones (que en estos momentos tan duros, será bueno para mantener un buen equilibrio emocional). Es fundamental, además, que el cuidador pueda dormir y descansar. Necesita ”recargar pilas” para poder ocuparse de las personas que cuida con cariño y paciencia.
Es muy importante que los cuidadores se den cuenta de que no están solos: pueden pedir ayudar para tratar de estar mejor. El hecho de no poder salir de casa, dificulta la ayuda que uno puede recibir, pero existen formas de conseguir esta ayuda: dependiendo de la edad y las capacidades de la persona a la que se cuida, se puede, por ejemplo, conectar a la persona dependiente con otras personas a través de las aplicaciones para hacer reuniones (tanto familiares como de amigos), hacer turnos entre las personas que haya en la casa para que uno solo no sea quien se encarga de todo o, en el caso de no disponer de ayuda física de nadie dentro de casa, pedir a la gente cercana que les distraiga o entretenga para poder, simplemente, distraerse un rato.
Algo común cuando uno se encarga de cuidar de otra persona, es que aparezca la culpa al pensar que lo podría hacer mejor. Hay que ser conscientes de lo que se puede dar y de que, en la situación en la que estamos, dar lo mejor de uno mismo, ya es muchísimo. No se puede cuidar sin equivocarse.
Sólo hay que poner una buena disposición para intentar hacerlo bien y que la persona a la que uno cuida esté bien atendida y tratada con cariño en todo momento.
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