Uso excesivo de los videojuegos en niños
Muchos son los padres con hijos preadolescentes o adolescentes que se quejan del uso excesivo de los videojuegos, que sus hijos hacen habitualmente. Algunos padres, incluso, reclaman que sus hijos prefieren quedarse en casa antes de salir a la calle, para poder pasar más horas delante de la pantalla del videojuego de turno.
Es importante buscar la forma de hacer que la dependencia de estos jóvenes disminuya, y aquí señalamos algunos aspectos que hay que tener en cuenta.
En primero lugar, debemos sentarnos y hablar con nuestro hijo; explicarle que consideramos que tiene un problema por la cantidad de tiempo que dedica a jugar con la consola. Hay que decirle que, aunque a él no le parezca un problema (porque seguro dirá que no lo tiene), debe entender que va a haber cambios en cuanto a sus hábitos diarios.
Se debe limitar el tiempo de uso de los videojuegos: hay que poner un horario en el que puede jugar y cumplirlo; a la hora establecida se apaga la consola, y no hay excusa que valga para alargar ese tiempo. Habrá que informar a nuestro hijo (con anterioridad) de cuál va a ser el horario, e incluso se puede “negociar” con él (tanto la cantidad de tiempo como el reparto de horas en las que podrá jugar). Hay que pedirle que sea él quien apague el videojuego a la hora acordada. Si lo hace, obtendrá algún tipo de recompensa que le guste. Si no lo hace, se la apagaremos nosotros, y no habrá recompensa.
Una pregunta frecuente, en relación al horario es: ¿cuánto tiempo debo dejar que mi hijo juegue a los videojuegos? No hay una respuesta concreta, sino que cada familia debe decidirlo. Son Los padres del menor, los que deben dar respuesta a esta pregunta. Para decidir la cantidad de tiempo, hay que cumplir algunos “mínimos”: no se juega hasta que las obligaciones y encargos de casa estén terminados (deberes, recoger la habitación, poner la mesa…), no debe interferir con otras actividades familiares (no se juega durante las comidas, ni cuando la familia realiza cualquier actividad, ni cuando toca salir a la calle a dar un paseo…) y no se juega por la noche (los videojuegos deben estar apagados por lo menos una hora antes de irse a la cama, ya que interfieren y dificultan una buena rutina de sueño y de descanso).
Es bueno hablar en casa de los juegos a los que nuestros hijos están dedicando tiempo. Que sean ellos quienes expliquen a sus padres en qué consisten los videojuegos que les gustan, e incluso que les enseñen a estos, cómo se juega para que los adultos los prueben también, y puedan pasar un tiempo de disfrute a nivel familiar. Además, así puedes saber de primera mano si ese juego en concreto te parece adecuado o no para tu hijo, lo cual es muy importante. Hay que mostrar interés por las cosas con las que nuestros hijos disfrutan, porque es una forma de fortalecer el vínculo con ellos y poder saber más de su mundo y de sus vidas.
No debemos dejar que los videojuegos obstaculicen las relaciones familiares y creen un mal ambiente en casa. Si todo lo que tiene que ver con este tipo de juegos, lo viven como una prohibición y como una negativa por parte de sus padres, se generará mayor ansiedad y deseo por jugar, y la relación entre padres e hijos, empeorará. Límites sí, pero permitiendo que puedan jugar, ya que también puede ser una fuente de socialización con amigos (si juegan online con compañeros). En el caso de que jueguen conectados con otras personas, es recomendable que lo hagan sin auriculares para que los padres podamos escuchar todo lo que hablan y no haya problemas en este sentido.
Es mejor que nuestros hijos jueguen a este tipo de juegos en espacios comunes de la casa. Es decir, es mejor que lo hagan en la sala que en su habitación, ya que, por una parte, vemos a lo que juegan y, por otra parte, evitamos el aislamiento que muchas veces generan los videojuegos en los jóvenes que pasan muchas horas encerrados en su habitación jugando. Estos jóvenes, en los casos más extremos, terminan rechazando el contacto con los familiares con quienes conviven para poder seguir jugando, y se dan, en ocasiones, conductas agresivas (generalmente, malas respuestas y faltas de respeto) cuando se les intenta hacer partícipes de la vida familiar. Es por ello, que se debe intentar evitar el aislamiento al máximo.
No debemos olvidar que padres e hijos formamos un equipo y que la mejor herramienta para que este equipo gane, es siempre la comunicación y el diálogo. En casa y en familia, se debe poder hablar de todo, sin que haya tabúes ni prohibiciones sin explicación: y un ejemplo de ello, deben ser los videojuegos: hagamos que ayuden a mejorar la relación familiar en vez de contribuir a destruirla.
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