Hiperactividad y realidad virtual
Es frecuente que los padres acudan al psicólogo para consultar si su hijo padece de hiperactividad porque observan que es demasiado inquieto, impulsivo, se distrae con facilidad… y no saben diferenciar lo que es una conducta “normal” propia de la edad, de otras que no lo son.
Un niño que padece un TDAH debe cumplir los criterios que señala el DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) y ser diagnosticado por un buen profesional de la salud.
Lo síntomas principales del TDAH son: falta de atención, hiperactividad e impulsividad. Estos síntomas son independientes los unos de los otros, de tal forma que los niños que padecen el trastorno no tienen por qué manifestar los mismos síntomas ni en la misma intensidad.
Por este motivo, el tratamiento del TDAH no es el mismo para todos y debe estar adaptado a las características de cada niño. En el Centro de Psicología Neos abordamos el TDAH con una intervención individualizada y personalizada, teniendo en cuenta las características de cada paciente.
Además, somos conscientes de que la forma de aprendizaje de los niños hoy en día ha cambiado debido al acceso que tienen a las nuevas tecnologías, por lo que complementamos el tratamiento del TDAH con “PSIOUS”, un equipo de realidad virtual específico en el ámbito de la psicología.
En el tratamiento del TDAH, la realidad virtual nos aporta la posibilidad de complementar el tratamiento de una forma lúdica y novedosa. Es una herramienta no invasiva, segura y nos permite visualizar el progreso de cada paciente. Los diferentes entornos virtuales que se utilizan hacen que podamos trabajar la relajación, aprender mindfulness (conciencia plena), potenciar la atención y la concentración, disminuir la hiperactividad, mejorar la regulación de las emociones y ayudar a favorecer un estado emocional positivo.
Leer MásEmociones ante la segunda ola del coronavirus
En la situación en la que estamos, y con la idea de un nuevo confinamiento rondando en la cabeza de todos, es normal que aparezcan emociones que nos pueden resultar desconcertantes e incluso desagradables.
Las emociones que seguramente estarán apareciendo y aparecerán con más frecuencia a lo largo de estas semanas, son algunas de las siguientes: (Es importante tener en cuenta que nadie va a experimentar todas ellas a la vez, y que irán apareciendo en momentos y situaciones puntuales, para ir dejando paso a otras):
- Tristeza: es probablemente una de las emociones que más se siente en estos días. Es entendible sentirnos tristes porque pensábamos que, tras la primera ola y la vuelta a la “normalidad” (niños en los colegios, la gente retomando las rutinas de volver presencialmente a sus puestos de trabajo…), lo peor había pasado y podríamos continuar con nuestras vidas únicamente con las medidas de mascarilla, higiene de manos y distancia social. Estamos comprobando que sólo con esto no basta y tendremos que poner más de nuestra parte para terminar con este virus de una vez por todas. Esto, genera tristeza y pena al pensar en todo lo que nos hemos perdido (vacaciones en verano, fiestas populares…), nos estamos perdiendo (paseos con amigos, comidas y cenas en bares o restaurantes…) y nos vamos a perder en el fututo y mientras dure esta situación (celebraciones navideñas en familia, cabalgata de los reyes magos, fiestas de año nuevo…). Sobrellevarlo será más fácil si confiamos en que más pronto que tarde podremos recuperar este tiempo perdido y hacer esas cosas que ahora no estamos pudiendo.
- Desesperanza: nos sentimos desesperanzados al no poder ver la luz al final del túnel. Vemos la lucha contra este virus como algo largo, y que, para ganarle la guerra, nos quedan todavía muchas batallas por el camino; un camino que será especialmente duro para muchas personas y familias. Debemos permitir este tipo de emociones, pero durante un tiempo limitado, tratando de conectar con emociones más positivas después de habernos desahogado.
- Añoranza: En muchos momentos, añoramos la vida que teníamos antes: esa vida en la que nos dábamos besos y abrazos con la gente, nos tocábamos unos a otros sin preocupación y podíamos compartir todo sin tener que lavarlo luego a conciencia. Es normal anhelar esa vida y desear que las cosas vuelvan a ser tan “fáciles” como eran antes. Tratemos de pensar en las cosas buenas que tenemos ahora y de las que sí podemos disfrutar.
- Miedo: No podemos olvidarnos de esta emoción, que fue la gran protagonista en la primera ola y que vuelve a aparecer con fuerza en esta segunda etapa. Es lógico sentir miedo al contagio (el nuestro y de los nuestros), pero no debemos dejar que nos paralice y nos impida vivir. Debemos ser responsables y cuidadosos, pero eso no significa paralizar nuestra vida por completo.
- Incertidumbre: El no tener claro qué está pasando y hasta cuándo durará, hace especialmente difícil sobrellevarlo. La incertidumbre genera falta de control, y es normal sentirse perdido cuando vivimos situaciones que escapan a nuestro conocimiento y nuestro alcance. Tenemos que intentar no estar todo el día pensando en lo mismo, ya que eso sólo hace que seamos más conscientes de esta falta de control, y hará que aumente la ansiedad y la sensación de angustia.
- Rabia: Es normal sentirnos enfadados en situación de pandemia. Este enfado puede ser dirigido hacia alguien (personas a las que podemos poner como responsables de esta situación, aquellos en los que depositamos esperanza y no han conseguido resolverlo, personas que han fallecido y nos han dejado a causa de esta terrible enfermedad, Dios u otros elementos divinos y sobrenaturales…) o puede ser un enfado inespecífico que general mal humor frecuente y otras reacciones desagradables. Debemos intentar que la rabia no se apodere de nosotros ya que sólo nos hará sentirnos peor y terminar sintiendo culpa por haber tenido reacciones inadecuadas con las personas que más cerca tenemos.
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Aprende cómo ser una persona resiliente en época de pandemia
El crecimiento en el número de contagios nos vuelve a situar casi en el mismo punto de partida que al comienzo de la pandemia, y esto supone un desgaste psicológico elevado para muchas personas. A pesar de volver a encontrarnos en una situación epidemiológica muy parecida a la de hace unos meses, el estado emocional actual de las personas no es el mismo, ya que debido a la repetición de los momentos tan duros que vivimos en aquel momento, ese estado de ánimo actual es más bajo. La sociedad está agotada psicológicamente debido a la larga e indefinida espera para poder recuperar la normalidad “real”. Al comienzo de la pandemia, las personas sentían miedo e incertidumbre ante la nueva y desconocida situación, y, ahora, a eso se le añade la tristeza, apatía, frustración, rabia, desesperanza… ante el aumento de contagios y las nuevas restricciones. Resulta muy difícil y frustrante aceptar que, después de todo el esfuerzo realizado y de haber podido ir recuperando progresivamente algunas rutinas y hábitos satisfactorios, lo estamos volviendo a perder.
Para poder aceptar esta nueva y difícil situación, debemos aprender a ser resilientes. La resiliencia es la capacidad que tenemos todos los seres humanos para superar sucesos vitales difíciles y adaptarnos positivamente a nuevas situaciones, e incluso salir transformados y fortalecidos de ellas.
Para aprender a ser una persona resiliente, debemos tener en cuenta las siguientes pautas:
- Aceptar: Cuanto antes aceptemos lo que está pasando, menos malestar sufriremos. La aceptación disminuye la rabia y el resentimiento. No aceptar lo que sucede, nos desgasta psicológicamente, nos lleva a dar vueltas a las mismas ideas constantemente, nos genera irritación con nosotros mismos y con los demás y nos hace ser menos eficientes.
- Actuar: Sin acción, no hay resiliencia. No sólo debemos aceptar el acontecimiento adverso, sino “hacer algo” con respecto a esa situación, para conseguir transformarla en algo positivo. Cada persona debe indagar en las oportunidades de cambio que esta situación tan especial le está ofreciendo.
- Regular la ansiedad: Esta situación excepcional exige tener cierto grado de ansiedad, por lo debemos aceptar que no va a desaparecer, pero sí podemos regularla y modularla para que nos afecte lo menos posible. Si la ansiedad llega a ser muy intensa y sentimos que todos nuestros recursos para afrontarla están agotados, deberemos plantearnos buscar ayuda profesional.
- Vivir en el aquí y en el ahora: Debemos vivir en el presente y dejar de quejarnos por lo que se hizo mal o no se hizo en el pasado y de preocuparnos por lo que pueda ocurrir en el futuro. El pasado ya no se puede cambiar y el futuro depende de cómo actuemos ahora, por lo que debemos centrarnos en el momento actual y tomar nuestras propias decisiones.
- Rebajar expectativas: Estamos impacientes por volver a nuestra vida anterior, y es posible que muchas personas se hayan hecho ilusiones acerca de la evolución de la pandemia al haber ido recuperando a lo largo de los últimos meses algunos hábitos y rutinas de esa vida anterior. Sin embargo, hay que tener en cuenta que “la nueva normalidad” es una situación impredecible e incontrolable, y es mejor no crearnos grandes expectativas, para evitar sufrir después frustración, al comprobar que lo que creíamos que sucedería, no se cumple.
- Recibir apoyo social: Debemos respetar el distanciamiento físico, pero no por ello debemos evitar socializarnos. El ser humano es un ser social y necesita relacionarse para sentirse pleno. Por este motivo, es necesario buscar la forma de mantener nuestras relaciones sociales, pero respetando las medidas de seguridad. Aunque sea de forma diferente (de forma virtual o presencialmente), podemos seguir teniendo buenos momentos con nuestra familia y amigos y recibir su apoyo cuando más lo necesitemos. Es necesario dejar de quejarnos por lo que hemos perdido y tratar de adaptarnos cuanto antes a la nueva situación.
- Aprender: Todas las crisis son una oportunidad para el aprendizaje. En esta pandemia, cada día nos enfrentamos a nuevos retos, obstáculos… de los que aprendemos y los cuales nos enriquecen de diferentes formas. Debemos tratar de pensar en qué áreas hemos podido avanzar y crecer.